Por Matías Montes Huidobro
El 9 de febrero se presentó mi Teatro Completo en la Feria del Libro de La Habana, y no sé cómo tomarlo. Nolo presenté yo, sino Editorial Hipermedia y como es obvio, la Feria en sí misma. Hace unos meses se hizo lapresentación del mismo en la Feria del Libro de Miami, donde estuve presente. Es decir, la Feria del Libro deLa Habana presenta por primera vez un libro de mi autoría, después de (saco la calculadora para no hacer elridículo de equivocarme) 58 años de haberme ido de Cuba. Pero en La Habana estoy sin haber regresado. Yno sé cómo tomar la presentación del mismo en Cuba. ¿Un éxito o un fracaso? ¿La prueba documentada deque se puede hacer teatro cubano sin residir físicamente en Cuba? Bueno, un hecho y nada más que unhecho, como diría Electra Garrigó.Tengo que confesarlo porque no me voy a bajar con hipocresías: me hubiera gustado estar allí, porquedespués de todo, para bien o para mal, soy cubano. No lo pude hacer por dificultades personales que nadatuvieron que ver con el régimen de La Habana, pero detrás de la cual subyacen razones históricas a partir delmomento y hora que me fui de Cuba el 27 de noviembre de 1961, cuando muchos estaban disfrutando de lapachanga revolucionaria.Pero todo se paga: irse o quedarse. Puro existencialismo sartreano. No voy a decir que no fui a lapresentación porque tenía lugar en el Castillo de la Fuerza de San Carlos de la Cabaña, donde se celebra laFeria y fusilaron a muchas personas, lo cual sería una hipocresía de marca mayor. Pero el hecho es queTeatro Completo soy yo, porque es mi propio cuerpo que cobra forma escénica en veintiocho obras de teatro yochocientas dieciséis páginas, que son muchas obras y muchas páginas, y no textos de casualidad y deocasión. Falta Las vacas, Primer Premio José Antonio Ramos del año 1960, que perdí al irme de Cuba, peroahí está en palabra y carne mi identidad nacional, que no puede eliminarse tan fácilmente.Lo cierto es también que ningún dramaturgo cubano ha tenido una producción activa en la escena cubana, enlengua castellana, (que es la identidad verbal de nuestro discurso escénico y literario), durante la República, laRevolución y el Exilio, que es un doloroso privilegio.Algunos dirán (especialmente sin son cubanos) que eso me ha pasado por viejo y no haberme muerto todavía.Lo cierto es que Teatro Completo no deja por ello de dolerme, y que es como una herida supurante que nocierra, el producto de mi persistencia, de mi empecinamiento, de mi testarudez y la afirmación de mí mismo enmedio de la adversidad histórica, de la historia de Cuba, de la tiranía y el caudillismo, el enfrentamientosubyacente frente al discurso de poder, que hiere; la honda de David en cincuenta y ocho años de escritura: latrayectoria fatal frente a una cortina de silencio, no sólo en Cuba, sino también en el Exilio. Un logro frente alabismo. Un caso único. No hay que hacerse ilusiones, pero quizás no haya perdido la partida, aunque enúltima instancia nadie la gana